Miles de estrellas caen, pero son en realidad copos de nieve que se desvanecen rápidamente al estrellarse con el suelo. Se posan sutilmente en las calles, en los tejados, en los abrigos de la gente que transita y se deleita con ellos. Los miro a la distancia, son tan frágiles y a la vez tan bellos, es como estar inmersa en un cosmos en medio de la cotidianidad de este mágico lugar.
Suavidad y ternura mezclados en una serie de moléculas de agua que se integran al unisonó para embellecer el paisaje y generar ese efecto que sólo la naturaleza con su grandeza nos puede dar. Copos de nieve que caen como gotas de agua, asimétricas y diminutas esferas de agua congelada capaces de llenar el lugar más inhóspito de belleza.
Arboles, hojas, lagos, montañas, ríos se transforman cuando la nieve los cubre con su manto blanco, tenue y fuerte en diferentes partes, creando una textura y una gama de colores incomparables. Estoy frente a una estepa de ese blanco que asombra y que me sorprende, puedo ver como esos grises y blancos danzan entre sí en medio de la naturaleza que trata de emerger sobre ellos. Tenues verdes, naranjas y amarillos ganan la batalla, para incorporarse en el paisaje blanco que ocupa todo el lugar.
Es magia, es tranquilidad que te embriaga minuto a minuto, segundo a segundo te llenas alegría, amor y felicidad, de repente me desvanezco, me pierdo en ellos y me transporto a lugares y mundos desconocidos, el tiempo no existe entonces y empiezo a evocar momentos y espacios inéditos hasta ahora, vivo y siento otros instantes, simplemente me dejo llevar, mi cuerpo ya no está, es simplemente mi mente disfrutando de la inmensidad de este lugar.
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